El ciclo de la vida a través de las emociones
Autocuidado

Recuerdo una mañana de hace unos años, justo antes de una sesión de terapia con una persona que atravesaba un momento muy duro, una de esas historias que te golpean por su crudeza.
Me di cuenta de que, sin querer, había pasado toda la noche preocupándome por ella.
Sus problemas me habían impedido dormir bien y, aún peor, me encontraba agotada antes de comenzar el día. Aquella mañana comprendí que mi capacidad de ayudar dependía de cómo cuidaba de mí misma, que debía aprender a llevar mi trabajo de otra manera si quería mantenerlo muchos años.
El autocuidado es un concepto que a menudo asociamos a lujos: un masaje, unas vacaciones, una tarde de cine. Y aunque estas actividades pueden formar parte de ello, el autocuidado es mucho más que eso.
Es el compromiso diario con nuestra salud física, emocional y mental.
No se trata de ser egoísta; se trata de reconocer que no podemos dar lo mejor de nosotros mismos si estamos agotados o desbordados, y que es nuestra responsabilidad ocuparnos de nuestro propio estado.
Para quienes somos especialmente sensibles, esta necesidad se vuelve aún más evidente. Vivimos la vida con intensidad, absorbemos emociones ajenas y, a menudo, nos cuesta desconectar. Si no nos detenemos a escuchar nuestro cuerpo y nuestra mente, es fácil perder el equilibrio.
El autocuidado no siempre es agradable o fácil. A veces significa poner límites cuando no nos apetece. Otras veces implica decir “no” a compromisos que nos drenarían la energía, por mucho que nos puedan apetecer.
Es aprender a identificar qué nos nutre y qué nos desgasta, y priorizar lo primero sin sentirnos culpables.
Pero el autocuidado también es reconectar con lo que nos hace sentir vivos.
Es perdernos en un libro que nos apasiona, dejar que nuestro perro nos saque una sonrisa en un día gris o detenernos a escuchar una canción que nos emociona. Es respetar nuestro ritmo, aprender a decirnos cosas bonitas y, sobre todo, tener paciencia con nosotros mismos.
Aquella mañana que llegué agotada a la consulta me enseñó una lección valiosa.
Para cuidar de los demás, primero tengo que cuidarme a mí misma. Desde entonces, intento hacer del autocuidado un ritual cotidiano. Porque, al fin y al cabo, cuidarnos no es un lujo: es una necesidad.

Si aceptas tus emociones, cambias tu vida.
Anna Romeu, colegiada nº 11336 del COPC
Psicóloga experta en educación emocional, trauma, adicciones y emergencias /Acompañamiento a Personas Altamente Sensibles / Autora de "Soc sensible"/ Representante española en EFPA, Crisis & Disaster Division.
Compartir
ENTRADAS RECIENTES