El ciclo de la vida a través de las emociones
Microexpresiones

En 1966, el psicólogo Paul Ekman inició un estudio fascinante sobre las expresiones faciales universales.
Viajó hasta tribus remotas de Papúa Nueva Guinea y mostró fotografías de personas expresando diferentes emociones. Cuando los indígenas identificaron correctamente la tristeza, la alegría, la rabia o el miedo, Ekman concluyó que las expresiones emocionales son innatas y universales.
Pero lo que realmente resultó revolucionario para la psicología y la comunicación no verbal fue el descubrimiento de las microexpresiones. Estos pequeños gestos involuntarios duran menos de un segundo y aparecen cuando intentamos ocultar lo que sentimos. Un leve fruncimiento de cejas, un movimiento sutil de la boca o una mínima contracción del labio pueden delatar una emoción reprimida. El problema es que suceden tan rápido que solo algunas personas son capaces de detectarlas con facilidad.
Hace unos años, tuve una sesión con una adolescente. Se sentó frente a mí, con los brazos cruzados, con ese aire desafiante de “no necesito hablar con nadie”. Cuando le pregunté cómo estaba, me respondió con un seco “Bien”.
Pero en medio de esa afirmación, capté una microexpresión fugaz: un movimiento casi imperceptible de su boca y una sutil tensión en la mirada. No hacía falta ser experta para ver que aquello no encajaba.
En lugar de insistir en cómo se sentía, le pregunté si alguna vez le había pasado que su rostro la delatara antes de que ella misma fuera consciente de lo que sentía. Se quedó en silencio unos segundos. Después, suspiró y bajó la mirada. “Puede que sí…”, admitió finalmente, y en ese momento, su expresión se suavizó.
Las palabras pueden engañar,
pero el cuerpo habla por sí solo.
Hemos aprendido a disimular, pero nuestro cerebro no puede evitar filtrar fragmentos de verdad a través del rostro. Por eso, a veces, escuchar con los ojos es más útil que cualquier discurso.
Esta habilidad no es solo útil para psicólogos.
En la vida cotidiana, puede ayudarnos a comprender mejor a los demás, a detectar cuándo alguien necesita apoyo, aunque diga lo contrario, o incluso a ser más conscientes de nuestras propias emociones.
Así que la próxima vez que alguien te diga “estoy bien”, obsérvalo con atención… quizá su rostro te esté contando una historia diferente.

Si aceptas tus emociones, cambias tu vida.
Anna Romeu, colegiada nº 11336 del COPC
Psicóloga experta en educación emocional, trauma, adicciones y emergencias /Acompañamiento a Personas Altamente Sensibles / Autora de "Soc sensible"/ Representante española en EFPA, Crisis & Disaster Division.
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